Confesiones psicofármicas - Vol. 4

Es irónico como uno puede sentir la presencia del sol al notar una disminución de la oscuridad y no un aumento de la luz. Es irreal como uno puede sentir por ausencia, siempre en realidad.
Es estúpido como uno puede sentir la...

Creemos pisar un suelo inexistente y, con la autosuficiencia de sentirnos seguros sobre la tierra que soñamos besar, nos internamos en una carrera en la cual no somos conscientes de que tenga un fin, del cual somos conscientes.

¿Cuántas veces los fantasmas de la ingenuidad atravesaron paredes para chocar con ellos mismos?

A veces el recuerdo llega para golpearnos, mirarnos de reojo y sonreírnos tan cruel, para luego perderse otra vez, en una antítesis circular en la que el olvido es un recurso inútil, transitorio.

Sonidos que llegan indulgentes antes de comenzar a hundir (aunque sea por un momento) las horas en las cuales la estupidez gobierna la buenaventura y el visto bueno sobre un pedestal de flores marchitas, sostenidos por unos ojos muertos que ya no pueden sentir.

Todo tiende a la mecanización. He visto los actos eternos de la atención en el aburrimiento más hostil.

Silencio. Sólo es cuestión de esperar a que cierren la puerta. Siempre lo hacen.
¿Habrán querido los ángeles portar sus flechas? ¿Habrán querido los números ser letras y el grito de auxilio un susurro lejano e innecesario?

El sueño seguirá siendo hermoso mientras sea solo eso...y terminaremos soñando quizá un sueño mejor, perfecto, ajeno a nuestras limitaciones.
…en el que todo se vuelca sin intermediar letras, palabras que formen una relación asociativa, vacía de contenidos... ¿hay algo más bello que pensar sin tener que explicar?

Un collage de colores que funciona como un secreto, el cofre que encierra todo lo que uno pudo ser...

Cuando en realidad, somos lo que más odiamos.


(Por el Ilustre Desconocido)

Caras Impagables IV - Haciendo amigos

Hay momentos en la vida de todo cristiano en el cual es necesario realizar diversas acciones para satisfacer la relación con el otro y obtener así la tan mentada amistad que trasciende los años y se fomenta con el día a día y etcétera, porque tampoco es cosa de andar revelando secretos para ser un Roberto Carlos hay que conformarse con lo que uno tiene y si uno tiene un solo amigo que además es el primo y a joderse, no vengan acá a reclamar pautas para relacionarse con la gente haberse visto.
Como para muestra basta un botón, sepan ahora mismo el origen de dos (me gustan los números impares, pero un ejemplo sonaba a poco y tres era mucho a los efectos del editor y mecenas Nicolás José) amistades, momentáneas a falta de un cadete dispuesto:

Amistad laboral:
A dos boxs de distancia del mío mirando hacia el frente trabaja una chica, la cual para resumir su caracterización digamos que es obesa en demasía.
Bien, hasta acá todo normal. El trabajo se desarrollaba normalmente, con ese batifondo común a una oficina hasta que se escucha una voz femenina:
"Aaaahhhh".

Silencio total.

Miradas asombradas, preocupación. Incomodidad.
A la gorda se le venció la pata de la silla y cayó al suelo de espaldas cual bolsa de papas en el Mercado Central.
Tuve que ayudar a que se levante (entre varios muchos).
Seriedad. Nadie atinaba a reírse porque la mina estaba muy consternada.
Mis labios sangran de tanto morderlos.
Decidí bajar a fumar, un poco por necesidad adictiva y otro poco porque el estómago me estallaba de carcajadas reprimidas.


Amistad extra-laboral:
Como sabrán, en la puerta de mi edificio hay un vendedor de chucherías. Es un viejo que anda en muletas porque tiene un problema de desarrollo en las piernas, como también saben.
En ese momento se armó un grupo de charla cortazariano, a saber:
-El viejo vendedor sentado en una silla de ruedas.
-El empleado de seguridad del edificio
-Una vieja que pasaba por allí.
-Yo.
Tema en cuestión: costo de pasajes en tren para la Costa Atlántica esta temporada.
Además de las quejas usuales ("que caro está todo", "en turista no se puede ir porque te afanan", etc.) no lograban ponerse de acuerdo con el precio de los pasajes, cuando a mí se me ocurre espetarle al viejo vendedor:
-Igual, usté’ consigue pasajes más baratos, ¿no?

Silencio total.

Me salvó la vieja que desvió la conversación comentando que pondrán policías en los vagones para evitar arrebatos.

La gente me adora, sus rostros ansiosos pueblan estas crónicas y se hacen eternos.

Salú.


(Por el Ilustre Desconocido)

El timbre del Universo

Sobre una de las paredes de la habitación que compartía con mi hermano había una pequeña tapa de luz cuadrada -cuadrada la tapa- que cubría un típico bastidor eléctrico. La tapa plástica tenia rota una de las puntas, dejando un espacio triangular de acceso al bastidor.

Los dos debíamos tener menos de 10 años cuando descubrimos que dentro del bastidor había un pulsador. Con mínimo esfuerzo sacamos el pulsador por el agujero y notamos que el mismo tenía adherido un tramo de cable (bipolar, de menos de 1 mm de sección, para los que seguro se están preguntando) que se escabullía por un caño.

Este pulsador debía ser pulsado, o la vida no podría continuar.

Sabíamos que estábamos incurriendo en un delito según el criterio paterno, porque "nada de lo salga de la pared o tenga electricidad habrás de tocar", pero siempre la curiosidad le gana al miedo. No recuerdo quien de los dos tenía más miedo y quien tenía más curiosidad.

La acción fue correspondida con el sonido de un timbre, o más bien una chicharra con sonido grave, casi como un lamento, que sonó en algún lugar lejano, o quizás en todo el universo simultáneamente.

No fue fácil sobreponerse de que este timbre no estuviera acompañado de una puerta, pero quizás por eso nadie atendió el llamado. Ni siquiera trajo consigo un afectuoso sopapo correctivo.

Sin decir nada, guardamos primero el cable y después el pulsador en el espacio que lo había cobijado tanto tiempo sin ver la luz.

Algún almuerzo de domingo, aprovechando los ánimos alegres, entre tonterías comentamos que había un timbre en nuestra habitación.

Nadie sabía de este misterioso timbre, pero suponían que alguna tía-abuela, o tátara-tía-abuela, o que se yo, lo usaría para invocar algún tipo de atención. Se sabía poco del asunto, y ninguna respuesta era solida ni mostraba seguridad. Ni siquiera se sabía dónde estaba la diabólica chicharra.

Mas pareció no importar, aunque naturalmente hicieron hincapié en el riesgo de choque eléctrico, y ordenaron abandonar la practica investigativa.

¡JA! Sin sopapo no habríamos de obedecer.

No eran pocos los momentos en que quedábamos solos en la casa. En cada oportunidad que tuvimos le dimos de nuevo. Y le dimos y le dimos, llamando quizás alguna pista que echara razón en este misterio cósmico. Y sonaba, y sonaba, y sonaba. Y por sonar ladraron perros y volaron pájaros.

Lo más llamativo era las veces que no sonaba. En cambio, se abría una puerta, o se accionaba la cadena del baño. Pero era poco frecuente, había que estar largo rato. Otras veces no pasaba absolutamente nada (al menos eso creíamos), o se arrancaba un auto, o soplaba una brisa, o se moría un chino.

De a poco acotamos la búsqueda al fondo de la casa, y estábamos a punto de encontrar la chicharra.

Pero tarde o temprano, los padres, que viven en otro plano existencial donde la magia no habita, te niegan ese mundo paralelo.

Una noche en que debíamos estar bañados, vestidos y peinados para visitar a los tíos, demoramos la obligación en beneficio de la búsqueda. Asumiendo las consecuencias, habíamos decidido que uno pulsaría brevemente y por única vez el timbre mientras que el otro se quedaría en el fondo de la casa atento al origen del sonido.

Estaba todo dispuesto, pero no había tiempo. Ya las órdenes de entrar al baño se repetían a gritos cada vez con más frecuencia. Esperaba ansioso parado en el área acotada, pero justo unos instantes antes de que mi hermano accionara el pulsador fui capturado por la realidad, personificada en mi madre, y llevado al calabozo, o la ducha.

Al día siguiente cuando volvimos de la escuela la tapa había sido removida y el bastidor cubierto con enduído.

Hoy en día pasaron más de 20 años y el bastidor permanece cubierto. Entonces, ¿de qué se mueren los chinos?



(Por el que dice llamarse Leo)

Grandes Gritos del Rock (XVII) - Crónica de la cabeza

Me recuerdo subyugado entre la multitud; sofocado por los gritos, el calor, la energía que ahora no puedo precisar de dónde provenía. Me veo enroscado a la masa, lleno de golpes y sudor, saltando frenéticamente; sin entender, pero sin importarme el entendimiento. La boca seca, dulce, aullando y exorcizando vaya a saber qué fantasmas, qué antiguos fantasmas. Recuerdo los ojos brillando de mis amigos, que eran también tripulantes, sus melenas de caos mezclándose con otras, sus brazos de aire flotando en el vapor cromático. Y mil bocas coreando en trance hipnótico, fluyendo en danzas ancestrales, violentas, inexplicables. Y las hembras empapadas refregándose contra todo, haciéndose elevar como matriarcas de mil reinos de cetros fálicos en espaldas de esclavos, los pechos expuestos a las miradas voraces, libido adolescente a estrenar en pleno griterío y manos alzadas. Y los pijamas alrededor que hacían creer en el sueño, pijamas que vibraban al ritmo cadente, candente, de las armas. Me recuerdo pero no era yo; me recuerdo la masa aquella que jadeaba, latía, se retorcía, vociferaba de la cabeza... y váyanse todos a la concha de su madre y un codo en la mandíbula que no dolía... hijos de puta y un casi desmoronarse al suelo húmedo y atroz, parecido a la muerte... porque en la selva se escuchan tiros, mirada al cielo, mirada al techo goteando transpiración ajena... son las armas de los pobres, las que cargaban invisibles nuestras manos y nuestras voces, que no eran nuestras porque las entregábamos al ritual... los gritos del latino, que salían de tantos corazones ahí abajo, y ahí arriba también, detrás de los trapos que llevaban las tribus como estandarte, y allá en el fondo también, viejos guerreros que creían haberlo visto todo y oído todo y que temblaban haciéndose carne de los miles.

Ceremonia de ofrenda de almas, ceremonia de reivindicació
n de latinidad, latinos más latinos que nunca, aunque fuera ese instante, en ese lugar. Ritual de revolución efímera acaso pero tan conmovedora como una flor que se marchita en un segundo. Reunión de devoción a un ideal supremo y nunca acariciado. Aquelarre de la monada enjaulada que brota de todas partes, de todos los rincones oscuros de la ciudad cerrada por dentro. Una monada heterogénea que de repente es un instante de luz en el alma que nunca se olvida. Me queda la sombra de aquella luz profunda que se evanescía luego del primer resplandecer. Soy un sobreviviente y artífice de eso que construimos una noche en aquel Obras atiborrado de voces y ansias y melodías. Pero ya no soy. Ahora soy algún otro que hoy recordó, en el solitario crepúsculo del porvenir, aquella incursión en lo sublime, enloquecida y vital.

Y el alma que se niega a olvidar el fulgor de las estrellas.



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Responsable: Gustavo Cordera
Obra: Sr. Cobranza
Frase: Para evitar la evidente: "¡¡¡Latinooooooooooooooooooooooooaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh!!!"
Momento: 4:10 > 4:15

¡Que grite el rock!


(Por Nico)

Confesiones psicofármicas - Vol. 3

El agua no debería mojarme los pies. La escoba en manos ajenas puede provocar numerosos apocalipsis. Ojos vacíos que miran desde una distancia cercana para alejarse, solemne postura de superioridad porque entienden y no saben y el mundo les resulta mucho más útil.

Creemos estar fuera del cuadro, opinando sobre él, vomitando sobre él, sobre nosotros mismos.

Los números se extienden, nos rigen. Vamos contando los elementos a nuestro alrededor y todo se suma, todo se resta; el horror se multiplica a partir de los números que se hacen símbolos y se desvanecen en estado de alerta, para avisarnos que están allí cuando sea necesario. Un payaso soporta la sed y el hambre aplacadas por el consumismo.

El tiempo (ese número ascendente y descendente) y aquel mito remoto (oscuro) y las trece puertas de un laberinto intrincado, solemne paradoja de una vida lineal con múltiple elección.

El suelo se seca sobre mis pies. ¿Cuántos hombres han regado la flor para comprobar que aun sigue marchita? ¿Cuántas sonrisas condescendientes son necesarias para marchitarla? ¿Cuántas veces han dejado la puerta abierta, cómplices del agua que debe abandonarme para siempre, para no volver hasta mañana?

El miedo a cruzar la puerta, ¿de qué sirve encontrar la respuesta si nadie ha hecho aun la pregunta?

Un pedido de auxilio lleva a otro pedido de auxilio que lleva a la astuta conciencia de sentirse auxiliado y auxiliador cuando sólo es el ego protegido por una camisa de fuerza, ajeno a las tempestades de la crítica.

19734.

El numero pudo haber crecido, pero quedo allí, estancado, sirviendo una gama de aberrantes imágenes que nos envolvían (aquel mito remoto), y creíamos que todo era normal, y que la vida ajena era similar y que la vida propia era sistemática.....

.....y que la normalidad era tan sólo un número.



(Por el Ilustre Desconocido)

Campaña AntiMartes (30) - HOY: El prejuicio final


¡Oh, fatídico martes de desconsuelo y amargura astral! ¿Una vez más demoras mis decires con tu inoportuno escurrimiento? Ah, pero esta vez será la última… No habrá una próxima edición que me condene y te condene al desprecio popular. El laberinto llega a su fin, no por haber dado con la luz, sino por haber agotado sus infinitos recovecos. Este martes es, a su modo, el que marca el comienzo de la eternidad.


Y quizá este sea el único martes en que no serán dados motivos para el odio. El fin de esta campaña tal vez habrá de entristecerlos y sea suficiente para arruinarles el día. Pero, para su beneplácito, sepan que este no es el fin de nada, sino el comienzo. Pues sus temores se encargarán del resto: ¡de aquí hasta el último de sus días no podrán respirar aire que no esté viciado por el miedo! El miedo de saber que siempre hay un martes esperándolos a la vuelta de la esquina.

Y de saber también que el martes toma cualquier forma. Puede tomar la forma de un miércoles y ubicarse justo en medio de la semana. O de repente metamorfosearse en domingo y esperarnos a la salida del templo. O inclusive puede ser la persona que amamos, un día cualquiera, una charla cualquiera, una traición cualquiera. He allí la peor de las noticias.

Ahora me despido y les deseo la única utopía que vale la pena: que sus vidas olviden los martes; quizás sólo el olvido pueda con el maleficio.

Hasta la próxima.


(Por Nico)

Caras Impagables III - Redoble Sensorial

Información innecesaria: en la puerta del edificio en el cual se ubican las oficinas que me pagan un sueldo por estar una determinada cantidad de horas produciendo vaya a saber que cosa, tiene su búnker-negocio-modus vivendi un vendedor de chucherías y artículos diversos quién, a falta de un cadete misericordioso que entienda mi necesidad de confraternizar, es amigo. Llega en silla de ruedas y se pasa todas las mañanas allí, a partir de mis viajes cigarreros entablamos una relación que se mantiene con el tiempo. Además del comercio de bagatelas, sabe hacer malabares con tres pelotitas ayudado por la silla, show interesante de ver aunque lo hace por hobbie. A veces está parado con las muletas y camina para ejercitar la poca motricidad de las piernas, y hace poco me enteré que tiene un auto, y en él viene todas las mañanas con su mesita desarmable y su bolso de milagros.
El nombre se los debo.

En fin...


Bajé a fumar como todos los días (lo que se repite todos los días son las dos acciones, imposible andar por los aires o fumar en la oficina, espacio libre de humo y con aires acondicionados que te mienten la sensación térmica) y me entero a través de mi amigo vendedor de chucherías en silla de ruedas (aquí la información innecesaria que se saltearon puede llegar a serles útil), que en la vereda de enfrente funciona una sede de la Secretaría de Desarrollo Social.
Mi pregunta nace del momento a narrar, y les anticipo que me costó horrores escucharlo (a sabiendas de que un horror nunca es suficiente).
El tema en cuestión es que se estaba desarrollando una protesta de gente ciega (no es un adjetivo metafórico, estamos hablando de personas no videntes) que le reclamaba vaya uno a saber que cosa a la Secretaría.
Además de la proliferación de no videntes en la calle (bastantes, no los conté dado que respeté su decisión de no tener idea de lo que tienen alrededor) había dos o tres con redoblantes y un bombo que perforaba el oído, acción completamente masoquista sobre el sentido que se les desarrolló si se me permite la expresión.
El bombo no me dejaba escuchar al vendedor de chucherías, por lo que me dediqué a observar la manifestación.
Uno de ellos tocaba el redoblante aceptablemente, al nivel de una murga porteña, lo cual no es mucho pero bueno.
En los cinco-diez minutos que estuve allí (es conveniente no apurar el cigarrillo a pesar de que la conciencia nos grite el retorno a la faena cuanto antes) se sucedieron situaciones diversas, me detengo en este diálogo:

Ciego1 (con bombo, en el centro de la calle): Che, XXX, vení a tocar un rato vos.
Ciego2 (en la vereda): No puedo, tengo que estar en la vereda para que no pasen las motos.
Contexto: una fila de motoqueros empujando sus motos apagadas por detrás de Ciego2.

Alguien racional reclamará la presencia de personas con las facultades visuales completas en la protesta, lo cual es cierto, pero no reviste mayor interés para la crónica dado que su accionar era puramente de compañía.
No pude permanecer mucho más sospecho que de haberlo hecho la anécdota hubiese perdido el sabor.

Las caras se las debo, todos portaban el reglamentario casco.


(Por el Ilustre Desconocido)

Etelvina

Dormía plácidamente arrullado por el ruido que hace el aire acondicionado de más de 30 años. Súbitamente me despertó de un salto la ausencia estrepitosa de ruido, como si el Big Bang hubiera sido acallado en el cerrar de una mano.

Se cortó la luz, claro. Puteada mas, puteada menos, me incorpore de la cama para reponerla donde pertenece. Alumbrándome con el celular, con pasos torpes y un poco cagado por la tormenta que amenazaba a los gritos desde afuera, di los primeros pasos en la escalera. Sólo bastó con manifestar mi voluntad para que la luz volviera por sí sola.

De nuevo en la cama recordé el instante que estaba viviendo en la otra realidad. Quise reconstruir la historia sin valerme de la conciencia pero me fue imposible, solo recordaba el final. Es por eso que voy a inventar el resto de la misma. Total a u
stedes les da lo mismo.



Etelvina

Etelvina era una chica insoportable. Alegre, pero molesta como pocas. De esas personas que siempre tienen algo para opinar sobre cualquier asunto, que siempre conocen a alguien interesante, o alguien que vivió una situación interesante. O ni siquiera. Etelvina siempre tenía algo para comentar.


Si bien su cuerpo no era feo, tampoco tenía curvas para ostentar, y siempre usaba el mismo vestido azul con flores blancas.


Ahí llegaba ella con su bicicleta de cuadro antiguo, de esos que se les quita un perno y se pliegan a la mitad. El freno hacia un ruido molesto, o quizás lo molesto no era el ruido, sino que anunciaba su llegada.


Durante el día, como era costumbre en el barrio, dejábamos la puerta del zaguán que da hacia la calle abierta de par en par. Por eso siempre nos tomaba por sorpresa. Primero aparecía la canasta blanca de la bicicleta, luego ella.
No era consciente del rechazo que generaba, sin embargo le era imposible ignorar el hecho de que nunca había tenido novio.

Etelvina, según ella, no era deseada y por eso no conocía el amor.


Todos sabíamos que esto la angustiaba porque nos lo contaba cada vez que tenía oportunidad. Era el único momento en que perdía su sonrisa, la cual se restauraba inmediatamente con cualquier distracción.


Un día miró los ahorros que había juntado desde pequeña y comprendió cual era su solución. Y allí fue, convencida.


No la volvimos a ver, pero la recordábamos con preocupación. Hasta que un mediodía mientras cruzábamos la calle oímos el llamado de su voz: "¡Chicos! ¡Chicos!".


Al girar la cabeza, la vista nos devolvió una imagen distinta a la que recordábamos. Venía en su bicicleta, y vaya que estaba cambiada. Inmediatamente se nos hizo agua la boca.


Tenía puesto el mismo vestido azul con flores blancas de siempre, pero su cuerpo tenía unos hermosos pliegues a los cuales era imposible quitarles la mirada. Su cutis reflejaba cierta grasitud, pero de esas que no manchan al tacto. Era fácil advertir que quien había llevado a cabo la intervención se había valido de un tenedor.


Y ahí estaba. Nadie lo decía, pero todos queríamos darle una probadita, sentir su jugo caer por las comisuras. La deseábamos profundamente. Lo había logrado.


Etelvina se había convertido en una empanada de hojaldre. A juzgar por el repulgue, de humita.


(Por el que dice llamarse Leo)

Grandes Gritos del Rock (XVI) - Precursor y diabólico

Lejos de provocar una polémica tan irrisoria como innecesaria, hoy tenemos un grito del que podría ser la némesis del gritador de la semana pasada. Se trata de Sir James Paul McCartney, un acaudalado señorito inglés que supo ser un gran rockero en sus años más mozos. Tal como su apellido denuncia, formó parte de la dupla químico-musical Lennon-McCartney, aportando piezas que hoy son de lo más vigentes y elaboradas del género.

La de hoy es una canción emblemática. Entre otros, inspiró a Charles Manson para planear sus asesinatos, así que repriman toda pulsión homicida que les surja mientras oyen los acordes infernales. También se considera la primera canción de heavy metal y hard rock de la historia. El génesis de la obra es que McCartney (que por esas épocas ya medía su ego con el monte Everest) envidió a The Who por el sonido agresivo de su "I can see for miles" y decidió competirles. Si escuchan la cancioncita de The Who (muy buena, por cierto) y luego escuchan ésta notarán que le caminó por encima. Paul, satisfecho, se emborrachó y brindó a su propia salud y larga vida. Aún hoy el tema resulta demasiado pesado para oír en ayunas. Sin embargo, la letra es de lo más infantil y divertida; habla de un tobogán en un parque de diversiones lleno de imágenes lisérgicas. Al finalizar, se puede oír a Ringo gritar "I got blisters on my fingers!" ("¡Tengo ampollas en los dedos!"). Pobre el buen Ringo. Lo que debe haber sufrido cada vez que encendía un cigarrillo de droga con esos dedos mochos.

Suponemos que Lennon (él no sabía si medir su ego con la exósfera o, cabalmente, con la distancia del planeta La Tierra al Sol) debe haber reventado de bronca porque su amiguete era más duro que él (o estaba más duro que él, por suerte no usamos el To Be), pero esa es otra historia.

Y los dejo con este gritazo en este jueves soleado de verano en el que el sol arroja brillantina, pero sobre el asfalto que brama de esta ciudad tan en llamas.

Ajústense los baberos y escuchen.


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Responsable: Paul McCartney
Obra: Helter Skelter
Frase: Grita todo el tema, pero digamos: "... and I see you agaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaain!!! Yeah yeah yeah!!!"
Momento: 1:54 > 1:59

¡Que grite el rock!


(Por Nico)

Confesiones psicofármicas - Vol. 2

¿Cuánto blanco se puede escribir sobre celeste?
¿Cuánto negro se puede escribir sobre blanco?
¿Cuánto odio esconden esos ojos benévolos a la espera de la redención?
Hay tierra donde debería haber nieve, el frío se hace intenso y ha muerto el último San Bernardo, como mártir misterioso se supone alejado de las noticias como manchones pero pendiente de su reacción póstuma, rescate de verano.

Ajenos al cuadro, observamos con asombro como se puede descubrir una inmensidad de sensaciones que se repliegan, infinitas, sin límite fuera del cuadro pero si dentro, sensaciones que son prolongaciones de nuestras uñas, mas allá de toda especulación corporal. Resulta útil confiarse a la idea de autoría, pero jamás caer en el protagonismo. Observar o ser el cuadro, al mismo tiempo. Sobrevivir al frío sol de verano mirando llover.

Nadie ha venido a asearme hoy. Blancas sonrisas cargando canastos de pesadillas en formatos irrisorios, recurrentes. Asesino que ultima y se condena (y lo condenan), ¿cuál es la pena por matar un sueño?
Voluntad abandonada, apertura sensorial,
lluvia.

Nada florece atado a ciertas convenciones.
SENTIR LENGUA ESTRÉPITO NO-OJOS ADIÓS.
La conexión claudica si, al basarse en la racionalidad, los ángeles flechadores invaden la rutina gritando que esto es gritando que debe ser así gritando que se acabaron las flechas.

La muerte nos sorprende en fotografías ocre de tiempos olvidados que entristecen el espacio del conformismo.
La verdad esta escondida en eso que nos causa terror, en la novedad.
Lo nuevo no es la imagen que me devuelvo detrás de la lluvia atravesando ventanales que fueron puestos para eso, para ser atravesados por la utopía indestructible de barrotes que claudican ante gotas de agua débiles; materia de átomos contra materia de átomos y llueve tanto.

Flechas que podrían atravesar los muros y ser el cuadro para mirar desde allí lo que ocurre en el cuadro. Tierra que recibe aguanieve y se quema de agua ajena a la voluntad de defenderse si se siente tan bien.

Pasan seguido para ver la distancia del suelo al cielo y sigue siendo la misma, como cambiaría si la palanca está tan lejos. Cielo que se escribe blanco tras el negro sobre el celeste, proliferación de tonos tristes, lo que podemos desear.

Si durmiéramos tan sólo lo que tardamos en soñar, el tiempo sería una eternidad que transcurre lenta, a propósito.
Verde perenne marchita pero queda verde.


(Por el Ilustre Desconocido)

Campaña AntiMartes (29) - HOY: El Uno

(Concebido el martes 23 de diciembre de 2008)

¡Qué vanas son sus esperanzas, mortales! ¡Qué infundadas sus alegrías, estudiantes! ¡Qué efímeros sus anhelos, rústicos o ñoños, cualquiera sean! Porque sus reclamos son para mí como un bálsamo que no hace más que demostrarme que mi obra, ya casi fatalmente concluida, ha rendido finalmente sus nefastos frutos. Frutos de perdición, frutos de amargura, frutos de desazón, frutos del bosque.

Un día como hoy, pero de 1951, ¡ay, destino cruel!, se nos iba un melancólico poeta arrabalero que se hizo llamar Discepolín. Enrique Santos Discépolo, tal era su verdadero nombre, había inventado un mundo de tragedias, un mundo oscuro en el que ni el más puro de los jazmines aromaba azahares dulces. Gomías, percantas, tautas, malevos, minonas papusas, guapos de lengue en cinto y atorrantes milongueros eran los protagonistas de sus composiciones. El desengaño, la traición, la mentira, los corazones destrozados, el pasado irrecuperable, en definitiva, la vida misma poblaban sus historias. La vida misma digo, porque este mundo no lo inventó nuestro amigo; él sólo tuvo la desgraciada astucia de entenderlo mejor que nadie.

Entre sus obras están Cambalache, Yira yira, Chorra, Uno, Cafetín de Buenos Aires y otras genialidades. Sin embargo, elegí para deprimirlos un fragmento de una que no es ninguna de esas:

Yo me pregunto por qué me enseñaron a amar
Si es volcar sin sentido los sueños al mar

Si el amor es un viejo enemigo que enciende castigos

Y enseña a llorar


Yo me pregunto por qué me enseñaron a amar

Si al amarte, mataba mi amor

Burla atroz de dar todo por nada y al fin de un adiós

Despertar llorando…


¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?

¿Dónde estaba el sol que no te vio?



Qué mejor homenaje para Discepolín que llorar todos juntos su memoria y reconocer de una vez por todas que no importa qué día sea, el martes es la vida.

¡Salú, Discepolín!

Hasta la próxima.


(Por Nico)

Caras impagables II - El valor de la palabra

Martes, 16:30 hs.
Vengo caminando por Av. Corrientes con tono cansino, inútil intención de bajar las dos empanadas de JyQ que había deglutido con harto placer momentos antes al igual que el cigarro justificador y todo lo imaginable para hacer de esto una introducción tan florida como innecesaria.

El desarrollo aclaratorio:
Llego a la esquina y aguardo paciente el cambio de semáforo: a mi derecha se colocan a la misma altura un chico de 10 años con su padre. El chico (gordito él, desalineado como corresponde a un niño) vestía guardapolvo blanco, dado que, aunque parezca raro por ser el Microcentro, en la zona hay escuelas públicas.

Clímax:
Parece ser que el padre habría interrumpido su jornada laboral para ir a buscar al niño a su colegio, citado por las autoridades pertinentes porque parecería ser que el pibe en cuestión era propiamente la escomúnica.
40'' de semáforo: en este lapso pude escuchar un maratónico discurso sobre los problemas que el niño le generaba al Universo con su actitud y las consecuencias que acarrearían sus actos, como ir a vivir a los caños porque el padre seguramente sería despedido por dejar su trabajo y preocuparse por este chico que no se compone, calzado de Geisha.

Desenlace:
Sobre el final del discurso el padre pregunta: ¿Entendiste lo que te dije?". A lo que el niño, inflando sus gordos mofletes y poniendo su mejor cara, mezcla del ratón Juan Carlos y Shidartta Kiwi, replica "No, porque sos un pelotudo".
El semáforo ya estaba en verde pero esperé prudente el golpe en la nuca correspondiente; grave fue mi sorpresa con la reacción del padre: comenzó nuevamente una retahíla de palabras abrumadoras sobre la educación y el portarse bien y el reto y yo crucé porque más no podía esperar.

Conclusión:
Aunque parezca raro, hay colegios primarios en el Microcentro.

Post Scriptum:
Decidí que voy a hacerme amigo de un cadete para no sentirme mal con los comentarios que hice sobre ellos en la víspera; así ante algún cuestionamiento por mi actitud podré decir "tengo un amigo cadete".


(Por el Ilustre Desconocido)

Nueva sección: Aventuras de un joven que fue abandonado por el Espíritu Santo

Siguiendo con esta iniciativa demagógica con la que pretendo hacerme del control mundial, hoy publicamos a un nuevo autor, que viene pidiendo pista en motoneta. Ojalá les guste, pero no tanto como para olvidarme.


Ñoquis que no has de comer

Resulta que un par de compañeros de la secundaria habían sido ingeridos por un pescado, no un pez, sino un pescado. Así de grande.

Uno de ellos era "el correntino", personaje nefasto, y el otro era "el gordo pelota", alias Ariel, amigo en la actualidad.

Por algún motivo había que mantener con vida al pescado, ya que de algún modo esto resguardaba la existencia de quienes, se presumía, aun respiraban en el fondo de sus fauces.

Ñoquis de espinaca era el alimento seleccionado para nutrir al organismo que contenía a los otros dos, pero a esta altura ya dudaba si los ñoquis eran para el pescado, o para los deglutidos que compartirían el receptáculo alimenticio.

De cualquier manera, mientras se jugábamos un picadito entre los pibes, estaba ahí el pescado. Aparentemente, alguno de nosotros se encargaba de transportarlo de un lado a otro para que el grupo de amigos estuviera siempre completo, pero al mismo tiempo todos le escapábamos a la situación.

"¿Che, y Ariel donde esta?" pregunté distraído cuando dejamos de jugar. "¡Adentro del pescado, boludo!" me recordaron.

Ya era de noche (o de día, nunca se sabe) y la situación nos pesaba a todos. "Esto es muy bizarro" era el comentario generalizado. Algo había que hacer.

Sugerí sin mucho énfasis que podía encontrar a alguien que, por sus destrezas quirúrgicas, podía encargarse de la sencilla y obvia tarea de despanzurrar al escamado. Mi idea no fue aclamada, pero igual un cuchillo se hizo presente por arte de magia y algún valiente se animó nomás.

Después de horas, o quizás días, el correntino, Ariel y los ñoquis aun estaban sanos. Y yo, como jamás antes me había pasado, desperté riendo.


(Por el que dice llamarse Leo)

Grandes Gritos del Rock (XV) - So heavy

Es como un trance hipnótico de ocho minutos. La quiere tanto. Pero tanto la quiere. Y ella es tan pesada. Lo está volviendo loco. Pero la quiere tanto. Tanto la quiere. Y ella tan pesada. Y lo vuelve loco. Y... Y... Y...

Es como una pesadilla entre el jardín de pulpos y el sol que viene. El sucumbir de nuestra razón al misterioso paladeo de la insistencia. Mil variantes para decir lo mismo terminan diciendo otra cosa. Los alquimistas creían que al repetir un mismo procedimiento (vasto, nimio, prolongado procedimiento) llegaría una iteración en la que el resultado variaría por artes desconocidas. Nuestro gritador del día (pavadita de gritador) sabía de esto. Como no era químico, hizo música. El resultado, magnánimo, se asoma a veces aunque la grabación sea siempre la misma (como si algo fuera perenne en este Universo epiléptico). El final nos abandona en el cénit, como los grandes amores, como las filosas tragedias, pero habremos entendido que dejarnos llevar era el único camino posible. ¡Ay de los que confían en el libre albedrío! De esto no se vuelve.

Hoy tenemos a uno de los músicos más influyentes del siglo XX y del rock mundial. En esta ocasión, inventando con los Beatles las bases del heavy metal, como para matar el tiempo. El grito es tan desolador que no hay alma sensible que no quede devastada. Y qué más decir de Lennon, che.

Un milagro que viaja 41 años para explicarnos otra vez cómo era eso de hacer rock.


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Responsable: John Lennon
Obra: I want you (she's so heavy)
Frase: "YYYYYEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!
"
Momento: 4:28 > 4:31

¡Que grite el rock!

Nueva sección: Confesiones psicofármicas

Esto es otra entrega del Ilustre Desconocido, poeta/garabateador latinoamericano y argentino (esto último más por zancadillas del azar que determinaciones conscientes, como se suele errar), contemporáneo, aunque despojado oportunamente de las limitaciones cronológicas, amigazo y con un futuro tan prometedor como reclaman estas líneas. Vaya esto a modo de pequeño exordio totalmente desprovisto del acostumbrado visto bueno del culpable (perdón, quise decir "del autor"). Que les guste...

(Si no desean leer más las "Confesiones psicofármicas" agreguen un comentario aclarando en el mismo: "Soy un ortiba recalcitrante y reniego de toda forma de arte inclusive -y preferentemente- antes siquiera de percibirla. Toda mi vida he sido así y no tengo en absoluto intenciones de reconsiderar mi actitud y mucho menos -faltaba más- de hacerme eco de reclamo alguno acerca de mi particular forma de entregarme a los placeres de este mundo. Ruego no se me envíen más estos trozos de la más acabada literatura y sublime buen gusto. Por si no queda claro, soy un facho de mierda". De no cumplir con el requisito mencionado no se cancelará esta publicación)


Confesiones Psicofármicas Vol. 1

El ambiente puede ser desolador, aun cuando las flores brillen en campos ignorados por la plebe ignorada por las flores.
Soldados blancos existencialistas:
-¿Quién tiene mas poder, Dios que me creo a mi, o Yo que creé a Dios?- Yo Creador, Dios poder, todo se reduce a un juego y mirar y quién tendrá qué no es tener aunque se tuvo.

Comenzó como cualquier otra cosa en el extremo filoso inferior. Era cuestión de sortear la primera numeración negra, aún muy pequeña para considerarla un escollo, para luego encontrarse con el vértice de lo que sería el ancho cono de ángeles atravesados por flechas inpulsadas desde fuera del cuadro.

Todo es un signo... Las palabras son símbolos convencionales impuestos por ¿qué importa? ¿quién porta? ¿qué importe? ¿cuánto?; La razón de la vida está allí, y si puedes interpretarlo no hay razón para decodificar, que así se empieza siempre cuando se comienza a terminar, ocaso temprano, una lástima.
Y lo urgente supera a lo importante... y la jerga opaca a la responsabilidad y vas mirando las flores que ya estaban y no eran cuando no estabas

a punto tal que solo atravesamos el escudo (maravilloso y afeminado escudo) y nos encontramos en la roca. Roca bilingüe y circular (eterna). Giramos, giramos, giramos. Vamos y volvemos. Pero creemos que seguimos adelante (malgastada libertad), como un corazón que no acepta el hecho de latir con un by-pass, mecánica de la rutina, ritmo que se sabe inteligente en la repetición.

Soldados blancos realistas:
Ahora parece que el cielo se ha solidarizado con la desolación, aunque sea demasiado tarde para lluvias.

Pero luego de sortear otra numeración (quizás mas grande, quizás no), y el conocimiento diario y el pedido de auxilio y el número claudicado y el esplendor de los ángeles y las flechas ensangrentadas y el cono y alguien explica que todo es inútil y yo quiero creerle y se acerca el final y el final y el final y al final...

-¿La libertad es la vanguardia de los transgresores que se aburrieron de la pornografía y no tienen tópico para sus absurdas representaciones diarias?-
Alguien descubre que salio el sol... Blanco costumbrismo se aleja un poco y describe.

Es inevitable que todo termine en el filoso extremo inferior.


(Por el Ilustre Desconocido)

Campaña AntiMartes (28) - HOY: Minimartismo

Martes: Mierda.

Hasta la próxima.

Caras impagables I - El trabajo dignifica

El Universo nos relaciona. Estamos condenados a su influjo y nos contentamos con vanos intentos de libre albedrío, sólo para justificar nuestra condición única previa a la mortandad niveladora.
Ahora bien, encajamos en las convenciones para relacionarnos con la gente, y a partir de allí armamos una puesta ya pensada desde el origen, como actores guionados de gira por el mundo.
Así y todo, frente a situaciones de resolución simple, diversos factores suelen complicarlas. Uno de ellos es nuestra verba inflamada, que no siempre hace la sinapsis correspondiente antes de salir al mundo.

Muchos factores negativos se podrían enumerar por trabajar en el Centro, el que nos importa ahora radica en la prohibición en las oficinas de fumar a troche y moche. Esto implica la necesidad de bajar cada vez que se precisa alquitrán, tarea ardua teniendo en cuenta el posterior ascenso.
Dicho sector capitalino nos pone en contacto con los trabajadores de mensajería y cobros, más conocidos como cadetes.
Sucedió en uno de estos momentos de tabacalero relajo, un día de nefasta y bondadosa lluvía que arreciaba entre los edificios, donde no hay resguardo y los paraguas ajenos lastiman y las canaletas insultan y no hay derecho a trabajar un día así.

Venía bajando en el ascensor con un cadete.
Se me ocurrió comentar: "que día de mierda para laburar hoy, eh" con una sonrisa por lo menos torpe.
Se dió vuelta y allí me percaté que tenía una bolsa de residuo negra en la cabeza, así como otra cubriéndole el bolso.
Su cara fue un compendio de ironía, resignación y odio; no creo encontrar las palabras precisas para describirla.

Se bajó en el tercer piso.


(No contento con esto, al volver al edificio el muchacho de seguridad que está en la entrada comenta: "que llovizna, parece aguanieve!". A lo que yo respondo: "Si, lindo día para ser cadete".
Y a que no saben quién ingresó en ese momento al edificio: Un CADETE!
No me quedé a ver su cara, gané rápidamente el ascensor y subí solo.)


De aquí se desprende la necesaria búsqueda de perpetrar una inclaudicable amistad con algún Cadete, nomás para justificar estos exabruptos con la redentora frase: “tengo un amigo Cadete”

¡Abur!

El Ilustre Desconocido (que no es otro que el Abuelo).

Nueva sección: Caras impagables

A cargo del inefable Abuelo y a pedido de las muchedumbres, inauguramos esta sección que hará las delicias de damas y atorrantes. En principio, será semanal y le corresponderán los lunes, vísperas de tragedias marcianas.

Aprovecho para aclarar que el hecho de que el blog se haga más participativo, no lo hace en absoluto más democrático. En este foro corre la libre censura.

Esperamos que la disfruten y sepan condenarla a su debido momento.