Caminar
mirando el suelo sin esperar que algo suceda y de repente el papelito. La
atención al doblez, a la búsqueda de la perfección como llamado de atención
para diferenciarse de otros elementos que mas tenían que ver con la suciedad
del suelo que con el papelito, allí tan tranquilo.
Era
cuestión de agacharse y recogerlo, en plena ebullición y tránsito agacharse y
detener el ritmo del mundo por un papelito, tan bien doblado.
Lo
agarré como se toma un objeto preciado, cuidando no lastimar sus bordes, las
misteriosas combinaciones de sus pliegues.
Echar
una mirada alrededor con un cierto dejo de vergüenza y complicidad, empezar a
marchar para contagiarme del torbellino de suelas tan igual a todos en el paso
y el redoble y el ritmo frenético del rumbo impreciso y tiempo perdido de
antemano, pero yo con el papel en el bolsillo de la campera que es más ancho y
por ende más cómodo para el transporte del papelito que así suelto albergaba la
esperanza de llegar intacto a su momento sublime, su clímax existencial como
papelito plegado para quien lo tomara y atesorara en el bolsillo de su campera,
tan cómodo bolsillo.
Andar
sin previsión de llegada porque el mundo ya se había modificado, ya no correr
para no perder el tiempo y la oficina y las reglas y esas cosas tan mundo
viejo, tan mundo heredado de presiones y sudores sin la calma de sentirse bien,
por un momento sentirse bien y feliz y el papelito.
De
vez en cuando lo palpaba para sentirlo allí, para saber de su abnegación a mi bolsillo y por
sentirme individual al poseer un tesoro sólo para mí, porque me estaba
esperando a mí entre la mugre y la omisión, a mí que nada era en un cúmulo de
pensamientos rutinarios como otros y ahora todo era el papelito y mi felicidad.
Yo
gigante por las calles pletórico de egoísmo individualista sospeché la
desesperanza de un mensaje equivocado, de un remitente ocasional que no era yo
y que comete el sacrilegio de interpretar un mensaje que no es para él,
acaparando un tesoro ajeno, un decir a otro que se interpreta mal, el mundo zumba
en la sospecha cuando se estaba tan bien; la sospecha.
Era
el egoísmo haciéndome olvidar el placer de cuadras lejanas ya, la eternidad
hace dos cuadras; el placer del hallazgo y el corazón palpitante lanzándose al
suelo sucio de basuras pero asomando su brillo en un papelito tan bien plegado,
tan perfecto, tan mío que no podía ser mío como esta pasión y el sentimiento de
significancia por descubrir aquel diminuto arcano de magias y epifanías y por
sentirme feliz, feliz aunque sea por unas cuadras, dichoso de mí. Feliz.
Con
la ceremonia que se requiere en estos casos, coloqué el papelito en la vereda,
cerca de un pañuelo descartable y una colilla aplastada.
(Por Ariel Verdún)
Que bueno que volvió esto!!!
ResponderEliminarExcelente!!! Me encantó pero hubiera querido saber qué decía ese papelito tan bien doblado... capaz que hasta era mío porque yo soy muy prolija y bastante obsesiva para plegar una hoja por más pequeña que sea...
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