Pequeñas peripecias de Laureano en el mundo – Capítulo 3


Resumen de lo publicado: 
Amanece en las afueras de un barrio de casas bajas y jardines al frente. Laureano nace al día nuevo con una excitación infrecuente, la tarde anterior había recibido el cuadro para el que posó tanto tiempo, tanto esfuerzo y el cuadro que venía a colmar las expectativas de un salón grande y vacío que ahora iba a tener ese detalle señorial como una merienda o un desayuno en loza etrusca.
Feliz estaba Laureano y se percata de un detalle que tendrían que haber visto ese detalle muy lindo el cuadro casi espejo natural aunque en pose y el arco iris vulgar no importa tanto  pero ese detalle, ese detalle. 
Laureano que sale a la carrera; Laureano que se pierde y pregunta y le responden y transita así calles y lomas y burros; Laureano que llega a la parada de colectivos y desespera de ver pasar tantos haciendo caso omiso a su presencia y a ese brazo que se estira con fuerza; la vecina que aconseja taxi y allí va Laureano por calles de ripio y descampados paisajes arrimándose a la ciudad. 
Cuando la altura de los edificios era ya insondable para él “acá nomás está bien” dice y saca de su bolsito las monedas necesarias para costear el periplo.
Llega de noche, intuye no haber traído en su riñonera de cuero ajado la dirección del artista. Porque iba a buscar al artista cuyo detalle en su cuadro consternaba tanto porque si vieran ese detalle, cómo no salir apurado al mundo desconocido sin la dirección del pintor total es cuestión de preguntar para encontrarlo porque ese detalle no se puede dejar así, que tanto.


-Linda ciudad-dijo en voz alta, aunque susurrando.




(Por Ariel Verdún)

No hay comentarios:

Publicar un comentario