Nueva sección: "Alfora Dinola, los manuscritos inconsistentes"


Podemos imaginar que el Corecrin sospechaba la llegada de los primeros fríos oteando los ventanales del último búnker dispuesto para la resistencia, una vez puestos en conocimiento de retornos y devoluciones y desesperaciones; ya sin apoyo popular, ninguneados en las mieles del éxito y traicionados por el Ilustre Desconocido, quien terminó las Confesiones y se mandó mudar.

Y encima de todo nadie había llevado camperas.
Las luces nunca traen claridad y hasta te dejan ciego, dijo ponele que Gibrán citado ponele que por aquel que fue abandonado por el Espíritu Santo, sintiendo como el abandono se multiplica en los fulgores que traen el destello de los gritos que son silabeantes murmullos de lejanas conquistas.
Retornos a la nada y el que dice llamarse Leo enarbola una bandera inexistente en la cornisa de la terraza que ya era abismo y se negaba a creer, se negaba a caer, se negaba.

Pero un tal Comandante Nicochtzetl ya no sabía a quién traicionar y decidió que había llegado el momento. “Corecrin que naciste de un festín carnal sodomita, que llegaste huérfano y cojo, pero más cojo que otra cosa, principalmente cojo, despiadadamente cojo, te ha llegado la hora de ser lo que viniste a ser”. Y sacó de su bolsillo una saeta, la barajó en el aire y la asestó en el centro mismo de la cojedera corecrinesca. Jadeó y vituperó grandemente antes de entender su trágico desenlace: su verdugo había sido también su génesis. “¿Tu también, Bruto?”, repitió borgeanamente, cesáreamente, pero ya era inútil. Creyó necesario rubricar el momento con alguna frase pero no supo bien qué decir. “Entonces, ¿la angustia existencial termina siendo un aliciente del progreso tecnológico?” y esa historia ya fue contada…

Vender sus desengaños como chucherías y hacer de las mercancías más ruines una forma del arte, no fue la única derrota del Corecrin revestida de misericordia ante los ojos de un Editor que los había creado para aplastarlos.
Bajo bolsas de supermercado chino y latas de atún vacías, una caja de botines descansa en la indiferencia. En el sudor, mandibuleo y parpadeo de los vencidos se reconoce el esfuerzo por ignorar su presencia.
Pero cómo engañar al primero en presentir, quien con poco esfuerzo rescató un nuevo trofeo de guerra, mucho más interesante que los devaneos que puedan dibujar a punta de pistola los otrora alzados.

"Alfora Dinola, los manuscritos inconsistentes" es el nuevo trofeo que ha robado esta redacción, fiel a los principios que incumple para justificar su existencia cada vez más ignota. Podría llamarse botín de guerra, dado que ha sido arrebatado de las cenizas de los vencidos, pero no está claro quién venció, ahora que el Corecrín persiste en estas líneas y el Comandante Nicochtzetl se entregó a la lujuria del exilio que tanto lo seducía. Entonces digamos solamente que esta sección es hija de la caída del Corecrin (o por lo menos eso creemos).

El hecho es que han sido hallados manuscritos en el búnker abandonado luego del último enfrentamiento y posterior claudicación de esta banda de sicarios que se dieron en llamar Corecrin.

En el nuevo afán mercantilista del blog, serán publicados.

Echa Matefrán

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