Devuélvanmen al editor - Día 5

Era un camino de cinco líneas rectas. Bordeándolo en fila custodiaban sus límites ciertas variedades de pino. Hacia adelante el camino permanecía inalterable, al darse vuelta notaba que se iba haciendo difuso. Frente a él avanzaban varias personas con la misma cara de curiosidad portando en ambas manos una suerte de cofre, que bien podría ser una cajita musical. Sintió vergüenza de no llevar nada, pero no se detuvo. En la monotonía del camino por momentos las líneas se alteraban, cambios imperceptibles le hacían mucho más placentero el viaje sin darse cuenta.
Llegado un punto los otros sujetos comenzaron a abrir las cajitas que llevaban, un concierto de luces y sonido comenzó a expandirse por todo el lugar, los pinos vibraban. Todos se dieron vuelta maravillados para mirarlo, sus ojos aguardaban una sentencia o un asentimiento.
Descubrió que estaba sordo.

Sentado en una silla de oficina con el cuerpo levemente ladeado hacia la izquierda y una puntada en el cuello que lo atacaba in crescendo, fue abriendo los ojos al compás del reflejo del sol que se filtraba por el ventanal de la oficina. Observó el resaltador sin capuchón en el piso e inmediatamente llevó su vista hacia el blanco pizarrón, escrito con una letra que podría conocer pero no, y menos a esa hora y en ese sopor.
Se acercó a leer esperando alguna certeza:
“El Inglés arriba del Español no son apodos en una justa de cuchillos en los arrabales. Mera noción geográfica aplicada a un librito y un conjunto de piedras aparentes. Una vida aparente y otro retrato casi igual, festividades que se recursan con meses de diferencia. Obsesión, campaña, creación, operaciones inconsistentes”.
Debía haber sospechado la naturaleza insoportablemente maliciosa de estos sujetos, trató de hacer memoria de las nociones adquiridas mientras se daba vuelta para encontrarse frente al sujeto que hace unos días le arrojó un libro. Estaba sentado arriba del escritorio, junto a la encomienda.
- ¿Y?
- Y no sé... vos no podés firmar así me voy, esto es muy loco.
- ¿Querés ser mi amigo?
- ...
- Siempre quise tener un amigo cadete. Si querés te ayudo para buscar al redactor... el libro es de Juan Rulfo.
- ¿Y eso de qué me sirve? Cinco días acá esperando, aguantando todo esto.
- Bien podrías seguir viviendo en la rutina del espejo que de hecho es tu vida y sin embargo un día puede estallar y hacerte ver que no, tenés la opción de vivir, ¿no te gustó que te estalle la rutina? El inglés está arriba del español en América del Norte.
- Todos locos, todos locos. Uno que viene con voluntad, yo que gané el premio a la mejor gestión Cadetes 2008...
- Es lo que siempre me dicen: “Nojo tarla. Refunde cruno. Patequi concre”. En septiembre se festeja otro bicentenario en América.
- A la mierda, no aguanto más.
Comenzó a caminar ligero hacia la puerta, al abrirla se encontro con una persona con sombrero de mariachi, sobretodo y una valija con stickers de “Viva México” en cada mano que aprovechó la puerta abierta y se dió paso diciendo “no te esperaba, ¿tenés una birome?”.
- No, no, no, no. Y no quiero saber quién sos, estoy harto.
El recién llegado editor se dio vuelta mirando extrañado al que estaba en el escritorio; luego de un momento este dijo:
- No hay nada que hacerle, los cadetes me detestan.
Dicho esto se recostó, usando la encomienda de almohada.


(Por el Ilustre Desconocido)

1 comentario:

  1. Muy bueno! Hubiera jurado que era un sueño del cadete

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