La puerta cedió al primer impulso; la noche inundaba la habitación desde un ventanal al fondo. Apretó el interruptor de la luz pero nada se iluminó adentro, sólo afuera fuegos lejanos de un festejo clareaban la oscuridad.
Sin confiar en la torpeza de sus ojos se sentó en el piso a esperar el amanecer, meciéndose en un tango ausente hasta dormitar.
Un frío que empezaba en los pies, se hacía fuerte en las rodillas y bajaba por los hombros en ese sinsentido del frío que imposibilita guarecerse, lo despertó con las primeras luces del alba.
El sonido de sus huesos tronó en los movimientos que acompañan al típico bostezo del buen día.
Sentado en la silla con los pies apoyados en el escritorio, un sujeto leía un libro sin percatarse de su presencia.
“Hola, ¿usted es el editor?”, balbuceó con el sonido gutural propio del despertar, preocupado por una lagaña que le impedía abrir el ojo derecho.
“Estamos en mayo; si fuera septiembre lo sería”.
Asombrado por lo que le pareció una tomadura de pelo repitió la pregunta enfatizando sus fuerzas en el verbo ser.
“Todos creen que muere pero no, ya estaba muerto desde siempre, al igual que el resto de los personajes, los disparos, la revolución…”
El extraño personaje le arrojó el libro sin tapa al pecho. Lo dio vuelta para leer “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre”, la primera línea para preguntar de quién era pero antes de poder articular palabra lo interrumpieron los murmullos que se iban haciendo cada vez más audibles y cercanos hasta llegar a la puerta representados por tres personas: uno vestía un ambo celeste roído y a su lado avanzaba un ser pequeño con una túnica blanca de vivos circulares rojos y letras mudas. Detrás de ellos un ser enorme en camisa de manga corta y descalzo arrastraba un espejo de pie bastante pesado para colocarlo frente a nuestro protagonista.
El presumible dueño de la oficina se puso a su lado, el espejo reflejaba una pieza conocida:
“Mira bien, puedes estar levantándote de tu cama y saliendo raudo a la calle luego de un desayuno frugal…el almuerzo te encontrará en un bolichón al paso y la media tarde fumando un cigarro en la plaza…tus padres te esperan a cenar y llamarás a tu novia antes de acostarte para repetir las acciones con variantes irrisorias”.
Mientras esto decía las imágenes se acumulaban en el espejo como flashes de un trailer aburrido.
“Ahora bien, de los millones de fragmentos conservas los necesarios para vivir, pero hay espacios oscuros que te sangran”.
El espejo volvió a sus funciones usuales para devolver el rostro del cadete en una mezcla de asombro y miedo, mordiéndose los labios para no llorar o correr.
“Esa cara podría ser retratada si tuviese tiempo”, dijo el extraño sujeto antes de sacarle el libro de sus manos para darle un golpe seco al espejo que estalló en miles de pedazos y lo dejó solo nuevamente en la habitación a oscuras.
Nota mental: el libro debió ser Alicia a través del espejo seguro sino no se entiende pero qué iguala a mayo con septiembre y mi reflejo en el espejo no puede ser interesante para una persona normal. El tiempo es ilusión y mi día fue ese espejo que me devuelve aquí una noche más.
Acumulando preguntas, pasó a la siguiente oficina.
(Por el Ilustre Desconocido)
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