Caras Impagables VII - El Ex-Editor



Suelen los rostros abarcar estas crónicas. Rostros que magnifican una acción; caras que movilizan el recuerdo y hacen inolvidable un hecho que mayormente pasaría desapercibido por la memoria, que se resiste a perder la huella del verdadero sentido del Universo que reside allí, en esos ojos que actúan de manera inusual, en esos labios que pierden su sentido, en esa convulsión temporal que no podemos explicar y que nos supera.

Ustedes sospecharán con razón un intento desmedido de justificar esta efímera publicación.

¡JA! Escuchen esto:

La lluvia arreciaba porque resulta más útil a la crónica una tormenta que una llovizna mezquina y la banda bautizada Chatumá (más información en http://www.purevolume.com/chatuma) debía tocar en algún bodegón de los suburbios, para beneplácito de sus acreedores.

En plena preparación estaban (es conveniente que este redactor se aparte un poco de la acción de la cual tomó partido) en un ir y venir continuo desde la puerta de la casa hasta el fondo cargando equipos e instrumentos.

Entre la casa y el quincho la travesía incluía un patio; sólo había un paraguas para cubrir el trayecto de todos los plomos (o músicos, eran los mismos).

En uno de los viajes que el guitarrista hizo al fondo, dejó el paraguas justo enfrente de la puerta del quincho de manera tal que no permitía el paso. En ese momento no llovía tan fuerte, apenas unas gotas.

Fue en ese momento que nuestro querido y venerado editor responsable del blog decidió ir al fondo a ver si faltaba cargar algo mas.

Al aproximarse a la puerta, todavía obstruída por el paraguas, él pudo:

  1. Frenarse un segundo bajo la escasa lluvia y correr el paraguas.
  2. Pedirle a alguien que corra el paraguas antes de llegar para evitar mojarse.
  3. Sortearlo por el costado empujándolo 2cm como para dejar espacio a que pase cada pierna.
  4. Saltar el paraguas.
  5. Tomar cualquier iniciativa práctica ya que ante la entrada hay un pequeño alero que puede albergar tranquilamente a una persona de las inclemencias del tiempo.

Solución: ninguna de las anteriores.

Con una cara que vislumbraba un enojo irrefutable e inexplicable sumada a una contorsión del cuerpo como quién realiza un impulso breve para correr, quizás hasta exhalando algún que otro bufido no evitó el paraguas: se lo llevó por delante de lleno a patada limpia, como si el paraguas nunca hubiera estado ahí. Es imposible que no lo hubiera visto, porque estaba completamente abierto y en pleno paso.

Jamás pudo explicar porque actuó de esa manera. De sólo insinuar el tema, un odio irreversible se apodera de su persona y comienza a patear cualquier cosa que se le cruce en su camino, incluso tortugas.

Valga esta crónica para espantar fantasmas, o bien para enloquecer del todo a nuestro querido editor y tomar así el control de manera permanente.

Adío.

(Por el CORECRIN)

1 comentario:

  1. Creo haber conocido ese trayecto que va de la cama al living, o mejor dicho, de la casa al quincho.
    Y me parece tener la verdad sobre semejante patadón...
    El Exeditor es un profeso odiador paragüístico!!!

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