Corría el año 2009 durante el torneo clausura de futbol. Quien escribe vivenciaba un sueño quemero inimaginado de la mano de un compositor de hermosas melodías futbolísticas y su orquesta de ángeles. Melodías cargadas de ideología e ilusiones.
El ex-editor, quien otrora comandara este barco y que ahora pisa tierra firme luego de abandonarlo forzadamente, también es hincha del mismo cuadro futbolístico al igual que mi camarada.
Durante aquellos tiempos de ensueño era rutina acudir al palacio a presenciar la danza angelical de goles, del mismo modo que era rutina abonar la entrada con el correspondiente bono sumando un arancel total de $40.
En una ocasión se le hacía imposible cumplir con la obligación de asistencia, por lo que ofreció facilitarnos su carnet de socio al Ilustre Desconocido y a mí. De esta forma seriamos redimidos en $20 cada uno ya que dividiríamos el costo de la otra entrada. Una oferta generosa aunque en realidad no le ocasionara ningún perjuicio económico a él. Por eso acordamos explícita y específicamente que yo pasaría por su casa y él me entregaría de mano y en persona el carnet en cuestión.
Para movilizarme a la entrega no habría de tomar otro colectivo más que el 28, que cuando no representa la desgracia en sí, es quien me conduce a la misma. (Justificando así la colección en la que se publica esta crónica, clink caja seguimos)
Jugado con el tiempo por esos avatares del sedentarismo y la pereza me presenté a su puerta y accioné el llamador eléctrico. Un minuto, nada ocurrió. Paciencia, pues en esa casa es práctica común ignorar el timbre durante un rato antes de atender, incluso aunque llueva o haga frio en la rúa.
Volví a tocar. Tres minutos, silencio en el parlante del llamador. Un poco más de espera y varios toquidos (es irónico, no? probá con ring sin raje) después decidí llamar por teléfono a su celular. Nadie atiende. ¿Podría estar pasando algo para que se dispusiera de mi como objetivo de una burla? ¿Acaso se me estaba cobrando el favor? Arreciando el tiempo, abandoné la espera y asumí que era mejor abonar el total de la entrada y no prestarme más a la indiferencia del portal.
Lo más triste fue el momento en que le comunique el desencuentro al otro beneficiario quien recibió la mala con mucha congoja y desazón.Ya durante el partido, mediando un mensaje de texto y de manera impersonal, nos comunicó que por algún motivo no había "hecho a tiempo" a llegar a su casa. Personalmente creo que se olvido de estar.
Otro comportamiento inexplicable de quien ahora ocupa la mazmorra vengadora.
(Por el CORECRIN)
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ResponderEliminarLos dos comentarios anteriores fueron eliminados por no promover un espiritu acorde a la revolucion comandante.
ResponderEliminar¡Viva el CORECRIN!
Ahhhhhhhhhhhhhhhh Fascistas!
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