Confesiones psicofármicas - Vol. 5

Amanecidos desde siempre, todo es tan solo este sopor perpetuo que festejamos con naturaleza diurna creyendo agotar todas las fuerzas necesarias para dormir, justamente dormir cuando en realidad.

Maravilloso y afeminado escudo, rueda por el suelo y se levanta para sonreír a una distancia prudencial, satisfecho de su gag físico pero incorpóreo, pisoteado en silencio por suelas blanquisilenciosas, azote de almas, de barajas siete bravo y conclusiones de mentira.

Mantener la vista abajo, esperando el infierno acomete la oleada, ajedrez de cuadros blancos destruido por la eficacia y el Cif.
Levantar la vista es darse vuelta y darse cuenta y vuelta de techos que son pisos que se dan vuelta alrededor de nuestra mirada inmóvil en el piso.

Líquido frío que penetra y se hace bruma por las venas y vacía de contenido un frasco de contenido que no soy yo pero podría serlo, callado y con la vista abajo que es arriba pero nunca ver ese líquido que podría entrar o salir, llenar o vaciar, sufrirme o echarme.

Creerme despierto no es un arma útil como nunca pudo serlo cuando con los ojos abiertos atravieso campos que no existen sin nombrarlos y sin estos ojos que cerrados ven el cuadro desde el cuadro, tan cerrados que eyectan la sangre que desborda el punto-desagüe dando lugar a la bruma de este líquido sangriento que viene de afuera.

La solución es agrandar los puntos negros del extremo filoso inferior, totalizar el extremo, descubrir que la transparencia también posee interiores opacos a pesar de reflejar este blanco que es otro que escupe este cuadro de puntos negros que no se reflejan pero que pueblan este Universo, mi universo, tan real en lo que no se describe con símbolos tan falsos y sin embargo, sin embargo.

Sin embargo nos duermen.


(Por el Ilustre Desconocido)

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