Confesiones psicofármicas - Vol. 6

Una mancha rojiza marchita el disco que fue sol imponente hace instantes y se aleja vencido por las sombras que diariamente lo derrotan a pesar de sus bocanadas de luz ardiente.

Una paleta de azules.

Como un ídolo decadente mantiene la postura de años, como la sombra del ídolo que no se inquieta ante cambios que nada significan hacia la eternidad, como la representación del ídolo que es sólo una mueca furtiva de una sensación pasajera que no fue nada y es recuerdo y como tal se obliga a permanecer, ajeno a cambios exagerados más allá de la luz que se marcha, pero nunca para siempre, como el ídolo para siempre.

Las estrellas se acumulan en tus ojos, brillos y artificios y fuegos, no se puede permanecer mucho tiempo.
Ya no hay sangre que corre, líquido de olvidos y sopores.

Nunca imaginás el temblor al quebrarse la imagen del cuadro que es tu cuadro que es tu imagen, espejo que refleja tu reflejo desde ese otro lado que algunos llaman vida y que no deja de ser un artificio, un brillo de puntos luminosos del que no se regresa, porque el espejo ya está roto y la imagen no abarca la idea del ser, cuando el ser no es más que la idea.

Del otro lado, la noche aclara las zonas ardientes que el sol dominaba hace momentos, momentos de naturaleza calma y de fantasmas obsoletos. De este lado que es azul, bruma intangible vapores de agua dispersa penetra en los poros y se disuelve en formas poco sublimes de falsos tonos; de este lado creador el ídolo creado en postura ele Lenta Lejos.

Temblor inminente, velocidad ocular tras los párpados vencidos.
Una hebilla, dos hebillas.
Ese de rodillas, símbolo del rayo.


(Por el Ilustre Desconocido)

1 comentario:

  1. Está poniéndose tan explícito que mete miedo...

    (Si me decís que el juego de palabras de "hebilla" con "rodilla" es más que sólo eso, me hundo en una depresión de lo menos artística)

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