Crónicas del 28 - Primera entrega

Desde que vengo al laburo en colectivo se está dando una relación tirante con los colectiveros por el motivo que voy a explicar a continuación.

El recorrido del 28 va hasta Retiro, pasa por la plaza Cañada (nadie sabe que se llama así) enfrente de la terminal de ómnibus de larga distancia, continúa unas cuadras hasta la Casa de la Moneda, pega la vuelta, regresa a la terminal de ómnibus y entra a la calle donde se concentran las paradas de bondis. Esto es concretamente adentro de la terminal.

Si bien este es el recorrido estipulado, lo cumplen ocasionalmente. En general, cuando llegan a Retiro por enfrente de la terminal, dan la vuelta ahí mismo y van directamente a las islas donde paran todas las líneas, entre la terminal de trenes y la de ómnibus. Es decir que no cumplen con la parada de la Casa de la Moneda, ni cumplen con la parada dentro de la terminal.

En mi caso, la parada más conveniente para bajar es la de la Casa de la Moneda, que me evita caminar aproximadamente 3 cuadras, en comparación al recorrido "acortado" y habitual.

Es costumbre en mí abstraerme de la realidad del viaje alienándome en una burbuja musical, incluso cerrando los ojos para existir lo menos posible. Sin embargo, hay una secuencia de curvas y contra-curvas, baches y badenes, olores y ruidos, que indefectiblemente anuncian la proximidad al punto de conflicto. Siendo generalmente el último pasajero kazkiano, tengo que estar atento al comportamiento del chofer porque tienen la costumbre de levantar la vista por el espejo y preguntar con su tono particular "¿'ta donde va'?". "Hasta la Casa de la Moneda", respondo cada vez. A veces refunfuñan un poco y continúan el recorrido correcto, o bien me dan a entender retóricamente que les chupa un huevo, avisándome que “pega la vuelta acá”. Otras veces no preguntan y me cagan de lleno.

Personalmente, no siempre estoy de humor para quejarme. Depende que tan atravesado se haya despertado el universo para conmigo y del bagaje cerebral que haya ido revolviendo en el trayecto previo.

En un par de ocasiones discutí con el bondilero circunstancial por la avivada que hacen y comprendí que tienen la aprobación de los llamados porcinos, según la jerga del rubro. Uno me instó a “preguntarle al guarda”, que por supuesto no se vislumbraba ni dentro del interno ni cerca, y que difícilmente iba a estar corriendo a la par nuestro esperando mi inquisición. “¡Ah! Conocen la ironía”, pensé.

De todas maneras, a fuerza de discusión e insistencia (romper las bolas, que le dicen), los fui acostumbrando a cumplir con ese recorrido, al menos en mi presencia.

Se ve que algunos choferes ya me reconocen. ¿Cómo lo sé? Resulta que hoy cuando subí en Nueva Pompeya, el chofer, con cara de perro triste, me preguntó "¿no te enojás si no voy hasta la Casa de la Moneda?". Sin tiempo a pensar, apurado por la ansiedad de poner las monedas sin que se caigan y rueden entre los pies del pasaje, y temiendo que me invite a bajar y tomar “el de atrás”, me vi forzado a concederle el favor. Me preocupa que se pasen el dato entre sí y comiencen todos a apelar a mi generosa bondad, o cautiva complacencia.



(Por el que dice llamarse Leo)

1 comentario:

  1. Bueno, negro! Por lo menos te preguntan si te jode y no te cagan sin más!
    Agradecé que son solo 3 cuadras! Bronca debe de darme a mi, que su cambio no previsto de itinerario me deja a más de 30, ergo, a un bondi de distancia de donde me debo bajar....($1,75 por cada avivada)

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