Hay momentos en la vida de todo cristiano en el cual es necesario realizar diversas acciones para satisfacer la relación con el otro y obtener así la tan mentada amistad que trasciende los años y se fomenta con el día a día y etcétera, porque tampoco es cosa de andar revelando secretos para ser un Roberto Carlos hay que conformarse con lo que uno tiene y si uno tiene un solo amigo que además es el primo y a joderse, no vengan acá a reclamar pautas para relacionarse con la gente haberse visto.
Como para muestra basta un botón, sepan ahora mismo el origen de dos (me gustan los números impares, pero un ejemplo sonaba a poco y tres era mucho a los efectos del editor y mecenas Nicolás José) amistades, momentáneas a falta de un cadete dispuesto:
Amistad laboral:
A dos boxs de distancia del mío mirando hacia el frente trabaja una chica, la cual para resumir su caracterización digamos que es obesa en demasía.
Bien, hasta acá todo normal. El trabajo se desarrollaba normalmente, con ese batifondo común a una oficina hasta que se escucha una voz femenina:
"Aaaahhhh".
Silencio total.
Miradas asombradas, preocupación. Incomodidad.
A la gorda se le venció la pata de la silla y cayó al suelo de espaldas cual bolsa de papas en el Mercado Central.
Tuve que ayudar a que se levante (entre varios muchos).
Seriedad. Nadie atinaba a reírse porque la mina estaba muy consternada.
Mis labios sangran de tanto morderlos.
Decidí bajar a fumar, un poco por necesidad adictiva y otro poco porque el estómago me estallaba de carcajadas reprimidas.
Amistad extra-laboral:
Como sabrán, en la puerta de mi edificio hay un vendedor de chucherías. Es un viejo que anda en muletas porque tiene un problema de desarrollo en las piernas, como también saben.
En ese momento se armó un grupo de charla cortazariano, a saber:
-El viejo vendedor sentado en una silla de ruedas.
-El empleado de seguridad del edificio
-Una vieja que pasaba por allí.
-Yo.
Tema en cuestión: costo de pasajes en tren para la Costa Atlántica esta temporada.
Además de las quejas usuales ("que caro está todo", "en turista no se puede ir porque te afanan", etc.) no lograban ponerse de acuerdo con el precio de los pasajes, cuando a mí se me ocurre espetarle al viejo vendedor:
-Igual, usté’ consigue pasajes más baratos, ¿no?
Silencio total.
Me salvó la vieja que desvió la conversación comentando que pondrán policías en los vagones para evitar arrebatos.
La gente me adora, sus rostros ansiosos pueblan estas crónicas y se hacen eternos.
Salú.
(Por el Ilustre Desconocido)
Bravo Bravo Te aplaudo por haberte podido bancar las ganas de reirte ante semejante escena, yo no lo hubiera podido lograr, ni aún poniendo todo el empeño del universo..y la idea de que los labios me sangren por no quedar mal, me duele de solo pensarlo!
ResponderEliminarEn cuanto al amigo Extra-laboral, tuviste un momento, como se diría algo, Chavo del 8, dijiste una barrabazada, justo en el momento, en que todos decidieron callarse...
Ya he dicho con anterioridad....este chico merece Blog propio!
Muy bueno!! creo haber oído alguna vez la historia de la silla, quizá hasta sea un mito, jaja. Pero esta versión supera ampliamente a las demás!!
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