Me recuerdo subyugado entre la multitud; sofocado por los gritos, el calor, la energía que ahora no puedo precisar de dónde provenía. Me veo enroscado a la masa, lleno de golpes y sudor, saltando frenéticamente; sin entender, pero sin importarme el entendimiento. La boca seca, dulce, aullando y exorcizando vaya a saber qué fantasmas, qué antiguos fantasmas. Recuerdo los ojos brillando de mis amigos, que eran también tripulantes, sus melenas de caos mezclándose con otras, sus brazos de aire flotando en el vapor cromático. Y mil bocas coreando en trance hipnótico, fluyendo en danzas ancestrales, violentas, inexplicables. Y las hembras empapadas refregándose contra todo, haciéndose elevar como matriarcas de mil reinos de cetros fálicos en espaldas de esclavos, los pechos expuestos a las miradas voraces, libido adolescente a estrenar en pleno griterío y manos alzadas. Y los pijamas alrededor que hacían creer en el sueño, pijamas que vibraban al ritmo cadente, candente, de las armas. Me recuerdo pero no era yo; me recuerdo la masa aquella que jadeaba, latía, se retorcía, vociferaba de la cabeza... y váyanse todos a la concha de su madre y un codo en la mandíbula que no dolía... hijos de puta y un casi desmoronarse al suelo húmedo y atroz, parecido a la muerte... porque en la selva se escuchan tiros, mirada al cielo, mirada al techo goteando transpiración ajena... son las armas de los pobres, las que cargaban invisibles nuestras manos y nuestras voces, que no eran nuestras porque las entregábamos al ritual... los gritos del latino, que salían de tantos corazones ahí abajo, y ahí arriba también, detrás de los trapos que llevaban las tribus como estandarte, y allá en el fondo también, viejos guerreros que creían haberlo visto todo y oído todo y que temblaban haciéndose carne de los miles.
Ceremonia de ofrenda de almas, ceremonia de reivindicación de latinidad, latinos más latinos que nunca, aunque fuera ese instante, en ese lugar. Ritual de revolución efímera acaso pero tan conmovedora como una flor que se marchita en un segundo. Reunión de devoción a un ideal supremo y nunca acariciado. Aquelarre de la monada enjaulada que brota de todas partes, de todos los rincones oscuros de la ciudad cerrada por dentro. Una monada heterogénea que de repente es un instante de luz en el alma que nunca se olvida. Me queda la sombra de aquella luz profunda que se evanescía luego del primer resplandecer. Soy un sobreviviente y artífice de eso que construimos una noche en aquel Obras atiborrado de voces y ansias y melodías. Pero ya no soy. Ahora soy algún otro que hoy recordó, en el solitario crepúsculo del porvenir, aquella incursión en lo sublime, enloquecida y vital.
Y el alma que se niega a olvidar el fulgor de las estrellas.
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Responsable: Gustavo Cordera
Obra: Sr. Cobranza
Frase: Para evitar la evidente: "¡¡¡Latinooooooooooooooooooooooooaaaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh!!!"
Momento: 4:10 > 4:15
¡Que grite el rock!
(Por Nico)
Uh! bolaaaaah...
ResponderEliminarPERO QUE FLASHHHH
A mi me pasó algo parecido, allá por el 2003...suena como a mil años luz de distancia, pero en vez de Obras, fue en el Luna...en el cierre de la gira DE LA CABEZA
Corría el mes de Abril, pero no preciso la fecha, como que se me borró...
Lo que si me acuerdo, es la sensación que provocaba esa canción, el fulgor de la gente...
Hermoso recuerdo...
Y para evitar futuras preguntas, aclaro antes de oscurecer...
NO no era de las acaloradas mostrando los pechos...
¡QUÉ BUEN GRITO! te pasaste...