El timbre del Universo

Sobre una de las paredes de la habitación que compartía con mi hermano había una pequeña tapa de luz cuadrada -cuadrada la tapa- que cubría un típico bastidor eléctrico. La tapa plástica tenia rota una de las puntas, dejando un espacio triangular de acceso al bastidor.

Los dos debíamos tener menos de 10 años cuando descubrimos que dentro del bastidor había un pulsador. Con mínimo esfuerzo sacamos el pulsador por el agujero y notamos que el mismo tenía adherido un tramo de cable (bipolar, de menos de 1 mm de sección, para los que seguro se están preguntando) que se escabullía por un caño.

Este pulsador debía ser pulsado, o la vida no podría continuar.

Sabíamos que estábamos incurriendo en un delito según el criterio paterno, porque "nada de lo salga de la pared o tenga electricidad habrás de tocar", pero siempre la curiosidad le gana al miedo. No recuerdo quien de los dos tenía más miedo y quien tenía más curiosidad.

La acción fue correspondida con el sonido de un timbre, o más bien una chicharra con sonido grave, casi como un lamento, que sonó en algún lugar lejano, o quizás en todo el universo simultáneamente.

No fue fácil sobreponerse de que este timbre no estuviera acompañado de una puerta, pero quizás por eso nadie atendió el llamado. Ni siquiera trajo consigo un afectuoso sopapo correctivo.

Sin decir nada, guardamos primero el cable y después el pulsador en el espacio que lo había cobijado tanto tiempo sin ver la luz.

Algún almuerzo de domingo, aprovechando los ánimos alegres, entre tonterías comentamos que había un timbre en nuestra habitación.

Nadie sabía de este misterioso timbre, pero suponían que alguna tía-abuela, o tátara-tía-abuela, o que se yo, lo usaría para invocar algún tipo de atención. Se sabía poco del asunto, y ninguna respuesta era solida ni mostraba seguridad. Ni siquiera se sabía dónde estaba la diabólica chicharra.

Mas pareció no importar, aunque naturalmente hicieron hincapié en el riesgo de choque eléctrico, y ordenaron abandonar la practica investigativa.

¡JA! Sin sopapo no habríamos de obedecer.

No eran pocos los momentos en que quedábamos solos en la casa. En cada oportunidad que tuvimos le dimos de nuevo. Y le dimos y le dimos, llamando quizás alguna pista que echara razón en este misterio cósmico. Y sonaba, y sonaba, y sonaba. Y por sonar ladraron perros y volaron pájaros.

Lo más llamativo era las veces que no sonaba. En cambio, se abría una puerta, o se accionaba la cadena del baño. Pero era poco frecuente, había que estar largo rato. Otras veces no pasaba absolutamente nada (al menos eso creíamos), o se arrancaba un auto, o soplaba una brisa, o se moría un chino.

De a poco acotamos la búsqueda al fondo de la casa, y estábamos a punto de encontrar la chicharra.

Pero tarde o temprano, los padres, que viven en otro plano existencial donde la magia no habita, te niegan ese mundo paralelo.

Una noche en que debíamos estar bañados, vestidos y peinados para visitar a los tíos, demoramos la obligación en beneficio de la búsqueda. Asumiendo las consecuencias, habíamos decidido que uno pulsaría brevemente y por única vez el timbre mientras que el otro se quedaría en el fondo de la casa atento al origen del sonido.

Estaba todo dispuesto, pero no había tiempo. Ya las órdenes de entrar al baño se repetían a gritos cada vez con más frecuencia. Esperaba ansioso parado en el área acotada, pero justo unos instantes antes de que mi hermano accionara el pulsador fui capturado por la realidad, personificada en mi madre, y llevado al calabozo, o la ducha.

Al día siguiente cuando volvimos de la escuela la tapa había sido removida y el bastidor cubierto con enduído.

Hoy en día pasaron más de 20 años y el bastidor permanece cubierto. Entonces, ¿de qué se mueren los chinos?



(Por el que dice llamarse Leo)

3 comentarios:

  1. Genial!! el timbre que no da a la nada...

    Ahora, yo digo, no... a Leo, ¿no se le ocurrió nunca sacar el enduido que cubría la tapa y verificar de donde sale esa chicharra?

    Semejante duda existencial, no se justifica!

    Me encantaría que alguien que lea tu blog, pueda responderme (y a Leo) la pregunta del final...
    ¿De qué se mueren los Chinos?

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  2. jajajaja buenisima la historia... me hizo acordar de una propia muy parecida. También nos desveló a mi hermano y a mi pero, desgraciadamente, no por tanto tiempo. Al rato nomás aparecio el viejo y nos explicó el misterio así nomás, como si en realidad fuera lo más tonto del mundo.
    Aún así, resulta bastante curiosa porque la nuestra no era una casa grande y vieja donde hubieran vivido tatara parientes; era un departamento de dos míseros ambientes ubicado cerca del hotel hermitage en Mar del Plata, mi ciudad de orígen y al cual nos mudamos siendo pibes.
    Resulta que un día, a poco de habernos mudado, corrimos la cama de dos plazas que estaba en el medio de la habitación y descubrimos un timbre en la pared, dos o tres centrímetros más arriba del zócalo. Parecía un timbre para ratones... Mi hermano lo apretó, pero nada, no sonaba y ya casi estaba bastante duro.
    La explicación para la existencia del timbre, quizá le sea más propia a la historia de leo que a la mía, resultó ser una chicharra que debería sonar en la cocina, para llamar la atención del servicio doméstico. Algo justificable, supongo, en una casa grande pero no en mi departamento! de la cama a la cocina hay 5 pasos....en fin..
    Saludos desde la feliz!

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  3. Bueno, eso es interesante. Deberíamos empezar a coleccionar relatos de esos timbres, que evidentemente forman parte de algo más grande que nosotros mismos.

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